Ser justo es estar perfectamente unido a la divina voluntad, conformándose con ella en todas las situaciones, sean de prosperidad o adversidad. Nadie puede negar que San José fue justo. San Francisco de Sales.
Para ejercer la virtud de la justicia, como lo subraya correctamente Sn Francisco de Sales, una persona necesita vivir en perfecta unión con la divina voluntad, enfrentando todo tipo de eventos, sean estos favorables o adversos, y darle a Dios y a los demás lo que les es debido.
La Iglesia siempre ha entendido que San José fue un hombre justo y santo, que amó a Dios y al prójimo como se debe. Sin embargo, no siempre ha comprendido el profundo significado teológico de lo que esas palabras significan realmente, especialmente en lo que se refiere a San José en el Nuevo Testamento. A la Iglesia le ha levado siglos desarrollar una teología e San José que muestre su grandeza y santidad.
En nuestros días, la Iglesia enseña que, después de María, San José es el ser humano más santo y el “más justo” de todos los santos. Él es nuestro padre espiritual, el pilar de las familias, la gloria de la vida doméstica, el patrono de la Iglesia universal y el terror de los demonios.
Por esta razón, ciertos pasajes del Nuevo Testamento que presentan la vida de San José necesitan ser reexaminados a la luz de lo que ahora enseña inequívocamente la Iglesia sobre la verdad de San José. Más concretamente que San José, al enfrentar todo tipo de situaciones favorables y adversas, siempre actuó en conformidad con la divina voluntad, y le dio a Dios y a los demás lo que les es debido. Él vivió realmente ese amor a Dios y al prójimo que su Hijo enseñaría posteriormente.
¿Qué fue lo que él (San José) hizo en realidad? Amó. Eso fue todo lo que hizo, y fue suficiente para su gloria. Amó a Dios sin límite y sin regatear. Esta fue su importancia y esa fue su vida aquí en la tierra. Por eso él ha sido amado sin medida. ¡contemplad su gloria por toda la eternidad! Acudid a él sin vacilar. Él tiene gran poder en el cielo. En cuanto a su bondad, no se puede negar que pasó su vida en la intimidad de los corazones de Jesús y María, los corazones más amorosos y amables que jamás habrán de existir. Beato Jean Joseph Lataste
Una de las acciones más importantes de San José en el Nuevo Testamento es su respuesta al descubrir que su esposa estaba embarazada. Es dentro del marco bíblico de esa historia donde a San José se le llama hombre justo.
La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. (Mt 1, 18-24)
Este pasaje (en su versión inglesa) está tomado de la Versión Revisada Estándar, edición católica (RSVCE, por sus siglas en inglés), porque aquí no se afirma que San José quería “divorciarse” de su esposa. ¿Sabías que la Iglesia Católica siempre ha permitido múltiples interpretaciones de Mate 1, 18-24? En particular, la Iglesia permite una interpretación que no afirma que San José deseaba divorciarse de su esposa. Desde los primeros siglos de la historia de la Iglesia, ha habido tres teorías acerca de la respuesta de San José cuando descubrió que su esposa estaba embarazada.
Las tres teorías han sido defendidas por varios santos y eruditos, y las tres se originan en la Iglesia primitiva. Son estas:
1. La teoría de la sospecha. San José sospecha que María cometió adulterio y decide divorciarse de ella. De acuerdo a la Ley judía, si un hombre justo quiere divorciarse de su esposa porque ella le ha sido infiel, está obligado a lapidarla. San José, siendo un hombre justo, no quiere dilapidar a María, por lo que decide divorciarse silenciosamente. Esta teoría fue promovida por la literatura apócrifa y defendida por varios Padres de la Iglesia.
2. La teoría de la estupefacción. San José está perplejo y estupefacto por el embarazo de María, pero no duda de su inocencia. Está atónito, pero no sabe qué hacer. Confundido, decide divorciarse de María. Algunos Padres de la Iglesia se adhieren a esta teoría y la promueven con entusiasmo. Se convierte en la teoría más común y se la conoce como “la duda de San José”
3. La teoría de la reverencia. San José descubre que María está embarazada, pero no duda de su pureza e inocencia, sino que duda de su propia falta de méritos y habilidad ara cuidar a María y al Niño. Siendo un hombre justo, sabe que María le pertenece a Dios y se considera indigno de vivir con ella. Decide separarse de ella silenciosamente, por justicia a Dios y reverencia a María. Está dispuesto a desaparecer para no revelar su misterio. Algunos Padres de la Iglesia, así como muchos santos medievales, teólogos y místicos promueven esta teoría.
¿Por qué la Iglesia permite tres teorías sobre este tema tan importante? Bueno, se basa en la traducción de la palabra griega apoluo, y los estudiosos bíblicos concuerdan que es una palabra muy difícil de traducir.
En griego, apoluo puede tener múltiples significados dependiendo del contexto de un pasaje concreto. Por ejemplo, según el contexto, apoluo puede significar “separar”, “disimular”, “esconder”, “distanciarse de” o “divorciarse”. Curiosamente, la mayoría de los que han traducido el Nuevo Testamento del griego a otros idiomas, han elegido traducir apoluo como “divorcio”.
Sin embargo, ahora que la Iglesia tiene una mayor comprensión de la santidad de San José, especialmente en relación a sus privilegios, virtudes y maravillas, ¿sería esa la traducción correcta? A la luz de lo que se ha sostenido como cierto de San José, ¿en verdad podemos decir que Sn José tenía la intención de divorciarse de su querida esposa?
La Iglesia ha recorrido un largo camino para poder comprender a San José y, en la opinión de muchos, la idea de que él hubiese querido divorciarse de María necesita ser rexaminada.
Ahora bien, en honor a la verdad, los que a lo largo de la historia han traducido apoluo como divorcio, no lo han hecho con mala intención. Hay que recodar que divorcio, con frecuencia, es una traducción válida de la palabra, de acuerdo al contexto de un pasaje concreto.
Sin embargo, la única razón por la que la palabra divorcio se utilizó en Mateo 1, 18-24, fue porque la Iglesia aún no había desarrollado una teología de San José. Desafortunadamente, haber traducido apoluo como divorcio ha tenido como consecuencia que, a lo largo de los siglos, se minimizara la importancia de San José en la vida de la Iglesia. De hecho, Mateo 1, 18-24 casi siempre se describe como “la duda de San José”, en lugar de la descripción más noble de “la Anunciación de San José”. Por ello es fácil entender por qué San José no ha sido tan amado a lo largo de la historia como se merece, ni ha sido honrado ni imitado.
Quizá te preguntes, “¿y cuál es el problema con eso?”. Sin duda hay una gran diferencia entre que San José haya querido divorciarse de su esposa y que, por justicia y reverencia, haya querido distanciarse de ella. Esta reflexión hizo que muchos eruditos bíblicos se inclinaran por una traducción de apoluo diferente a la de divorcio.
Actualmente, y a la luz de lo que la Iglesia ha discernido con toda claridad sobre la verdad de San José, sostener la postura de que haya querido divorciarse de su esposa, resulta del todo incongruente con sus virtudes. Después de todo, la idea de que San José haya intentado divorciarse de su esposa ¡hace que el cimiento mismo de la Nueva Alianza de Jesucristo caiga por los suelos!
Divorciarse de María habría sido un acto totalmente injusto por parte de José, porque María era inocente y no había hecho nada malo. ¿Cómo aquel hombre que la Iglesia invoca como “pilar de las familias” y “gloria de la vida doméstica” podría ser el mismo que hubiese querido divorciarse de la Inmaculada, pura e inocente Madre de Dios? No tienen ningún sentido.
¿Significa esto que la Iglesia se ha equivocado durante dos mil años sobre un aspecto tan importante de la Revelación divina? De ninguna manera. Hay que recordar que, desde la época en que se escribe el Nuevo Testamento, la Iglesia ha permitido varias traducciones de la palabra apoluo en el Evangelio de San Mateo.
Lo que sí está claro es que, a la luz del desarrollo teológico que la Iglesia ha realizado sobre San José, se necesita reexaminar el tema y presentar una nueva interpretación de Mateo 1, 18-24, una interpretación que, además, ha estado ahí desde el principio.
¿Qué es, entonces, lo que la Iglesia comprende ahora como cierto de San José que está causando que eruditos y teólogos teman traducir apoluo como divorcio? ¿Por qué muchos estudiosos están prefiriendo describir la respuesta de San José como un “distanciamiento” de María?
La Iglesia, al reconocer la extraordinaria obediencia, reverencia y humildad de San José, ha logrado poner en un contexto real la correcta traducción de la palabra apoluo en el Evangelio de San Mateo. En resumen, comprender la extraordinaria santidad de San José ha proporcionado la correcta interpretación de lo que él intentaba hacer.
La fe sobrenatural de San José le permitió saber que María, efectivamente, había concebido por obra del Espíritu Santo, y el gran misterio que se estaba realizando en el interior de María le hizo sentir temor. Su intención no era divorciarse de María; más bien, él creía que su deber ante Dios, Autor del misterio que se desarrollaba en el vientre de su esposa, era distanciarse de ella y del Niño hasta que le fuese dad una revelación.
El hecho de que la Iglesia permita esta interpretación, y de que muchos Padres de la Iglesia, teólogos medievales, santos y místicos ya hubiesen interpretado el pasaje de esta manera, es lo que está causando que no pocos académicos y estudiosos se adhieran a la teoría de la reverencia.
El Padre René Laurentin, por ejemplo, es aclamado mundialmente como el mariólogo más excelso del siglo XX y realizó profundos estudios sobre Mateo 1, 18-24, llegando a la conclusión de que, teológicamente, resulta problemático sostener la afirmación de que San José deseaba divorciarse de su amada esposa.
¿Cómo podía un hombre realmente justo haber querido divorciarse de su inocente esposa? Divorciarse de María no habría sido una acción justa, sino una acción ¡totalmente injusta!
El Padre John McHugh, uno de los académicos bíblicos más sabios del siglo XX, llegó a la misma conclusión, así como el Padre John Saward, sacerdote anglicano convertido y un académico de gran calibre.
Otro de los eruditos, el Padre Ignacio de la Potterie, SJ, ampliamente reconocido y respetado como extraordinario teólogo y académico bíblico, después de realizar extensos estudios sobre Mt 1, 18-24, quedó tan convencido de la verdad de la teoría de la reverencia, que escribió su propia traducción del pasaje, lo cual es toda una revelación.
El padre aclara cómo San José ejerció heroica y generosamente la virtud de la justicia, y el profundo amor reverente que le tuvo a María y al Niño que llevaba en su seno. La traducción del Padre de la Potterie dice lo siguiente:
En lo referente a Jesús como Mesías, su origen tuvo lugar de la siguiente manera: Su madre María estaba comprometida con José, pero antes de llevar una vida común, ella se encontró llevando un niño en su vientre por obra del Espíritu Santo. Pero José, que era un hombre justo y no quería descubrir (su misterio), resolvió separarse de ella en secreto. Pero cuando así lo tenía planeado, he aquí que un Ángel del Señor se le apareció en un sueño y le dijo: «José, hijo de David, no temas llevar contigo a María, tu esposa, a tu casa, porque ciertamente lo engendrado en ella proviene del Espíritu Santo, pero ella dará a luz un hijo (para ti) y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque será Él quien salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que lo que había dicho el Señor a través de la boca de un profeta, se cumpliera: «Ved que la Virgen concebirá en su vientre y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel», que traducido significa: “Dios con nosotros”. Cuando José despertó el sueño, sucedió como el Ángel del Señor lo había prescrito, y se llevó a su esposa a su casa.
¡Qué gran traducción! En algunas partes la lectura se hace un poco extraña por ser muy literal, pero es, con mucho, la mejor traducción que hay de ese pasaje, ya que reconoce las virtudes sobrenaturales de San José conforme al contexto, que va requiriendo una interpretación más noble.
Si esta traducción se hubiese incluido en las Biblias, si se hubiese predicado en los sermones o se hubiese insertado en las liturgias a lo largo de los siglos, sin duda los fieles habrían tenido una comprensión teológica más exacta y espiritualmente más edificante de la santa personalidad de San José.
Repito que aquellos que, en el pasado, han traducido apoluo como divorcio no lo han hecho con mala intención simplemente carecían de un verdadero entendimiento de la grandeza sobrenatural de San José, porque aún no se había desarrollado una teología sobre él. Aunque no podemos cambiar la historia, ahora que la Iglesia ha comenzado a comprender realmente esta grandeza, puede ofrecernos una dirección hacia el futuro.
Ante la realidad de la perfecta y amorosa unión de San José con la voluntad de Dios, así como su justicia y reverencia, cualquier interpretación que afirme que él deseaba divorciarse de su esposa, debe descartarse en virtud de que resultaría teológicamente insostenible, a la luz de lo que ahora sabemos como cierto de San José.
Examinemos la razón de por qué es así.
Teológicamente, la virtud de la justicia se define por la disposición de una persona a dar siempre a Dios y a los demás lo que les es debido. San José siempre hizo la voluntad de Dios en todo tipo de circunstancias, favorables o adversas, ejerciendo de manera perfecta la virtud de la justicia.
Resulta, por tanto, teológicamente imposible afirmar que San José hubiese decidido hacer algo que Dios detesta.
«Yo aborrezco el divorcio -dice el Señor, Dios de Israel-, y al que cubre d violencia sus vestiduras», dice el Señor Todopoderoso. Cuidad vuestro espíritu y no seáis traidores. (Ml 2, 16)
(Para cualquier persona que esté leyendo esto y haya tenido un divorcio, por favor, no entren en pánico. Dios odia el divorcio, no la persona. Es cierto que la Iglesia Católica, siguiendo las enseñanzas del ismo Jesucristo, dice que el divorcio es imposible en el caso de matrimonios sacramentales válidos (ver Mc 10, 2-12), y sólo tolera divorcios civiles en circunstancias extremas (ver Mt 19, 3-12; 1 Co 7, 10-16). La nulidad católica no es lo mismo que el divorcio. La nulidad establece que nunca existió un verdadero matrimonio; el divorcio, sin embargo, disuelve un verdadero lazo matrimonial. La Iglesia permite la separación legal de los cónyuges válidamente casados (que no es ni una nulidad ni un intento de divorcio), siempre y cuando los esposos separados no intenten cortar el lazo matrimonial. Repito: Dios no te odia si has tenido un divorcio civil Él odia el divorcio. También es necesario subrayar que no todos los que desean divorciarse por la vía civil están cometiendo un pecado o una ofensa moral contra Dios. Puede haber circunstancias únicas en cada caso particular. Ahora regresemos al matrimonio de San José).
San José pasaba por una prueba la virtud y cooperación de San José con la gracia, necesitaba ser probada, porque Dios quería hacer de San José un nuevo Abraham, un padre espiritual para el pueblo de la nueva alianza.
Si San José pasaba la prueba mediante la amorosa disposición a sacrificarse completamente, Dios le bendeciría mucho más de lo que habría bendecido a cualquier otro hombre sobre la tierra.
No es necesario decir que San José ¡pasó la prueba! Muchos Padres de la Iglesia nos describen hermosamente cómo San José pasó la prueba gracias a su justicia y reverencia sobrenatural.
José era justo y la Virgen Inmaculada, pero su deseo de alejarse de ella se debía a reconocer en ella el poder de un milagro y un misterio tan grande que él mismo se sentía indigno tan siquiera de acercarse. Por ello, humillándose ante tan portentoso e inefable suceso, quiso apartarse como cuando Pedro se humilló ante el Señor diciendo, “Apártate de mí; señor, que soy un pecador”, y como aquél centurión que le dijo al Señor, “No soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano”, o como Santa Isabel le dijo a la Santísima Virgen: “y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme?”. de igual manera José, el hombre justo, se humilló a sí mismo temiendo iniciar una unión con tan exaltada santidad. Orígenes
José, al descubrir tanto el embarazo de María como su causa ‘es decir, que era del Espíritu Santo’ temió ser llamado esposo de una esposa tal, por lo que quiso alejarla en privado por no atreverse a revelar lo que en ella había ocurrido. Sin embargo, siendo un hombre justo, deseaba la revelación del misterio. San Basilio el Grande
Pero especialmente, él pensó enviarla lejos para no cometer un pecado al permitir que lo llamasen padre del Salvador. Temió vivir con ella ara no deshonrar el nombre del Hijo de la Virgen. Por eso el Ángel le dijo: “No temas acoger a María en tu casa”. San Efrén el Sirio
¡Oh, inestimable tributo a María! José creyó más en su castidad que es su vientre, en la gracia más que en la naturaleza! Él vio la concepción en toda su plenitud, siendo incapaz de sospechar fornicación. Creyó más probable que una mujer concibiera sin un hombre, que María hubiese podido cometer un pecado. San Juan Crisóstomo
San Romano el Melodioso, un poeta del siglo IV, escribió un hermoso poema que describe el temor y la reverencia de San José por el misterioso embarazo de María.
Entonces José, que jamás conoció a la Virgen, quedose paralizado, impactado por su gloria y absorto con el esplendor de su forma, diciendo: “Oh, esplendorosa, veo que una llama y brasas encendidas te rodea. Me atemoriza, María. Protégeme, ¡no me consumas! Tu inmaculado vientre de pronto se ha convertido en un horno ardiente. No permitas que me derrita, te lo ruego. Sálvame. ¿Deseas que, como el antiguo Moisés, me quite los zapatos, me acerque más para escucharte y enseñado por ti, exclame: ¡Salve, poderosa esposa inexplicable!?
El amor, la fe, la humildad, la justicia y la reverencia de San José eran tan grandes que en ningún momento sospechó que María le hubiese sido infiel. María era pura e inocente, y él lo sabía. Tampoco consideró la posibilidad de que otro hombre hubiese violentado a su esposa. Él estaba absolutamente seguro de que María le pertenecía a Dios, y de que Él la cuidaría. Confiaba en Dios y confiaba en María.
Divorciarse de María habría significado abandonarla y tirar por la borda el matrimonio que Dios le había dado. Por esa razón San José deseaba distanciarse de María, sabiendo que Dios, quien había procreado al Niño en su vientre, la habría de cuidar a ella y al Niño.
San José amaba inmensamente a María y habría sido una tortura para él apartarse de ella, pero amaba primero a Dios, y su decisión inmediata fue darle a Dios lo que él creyó que le pertenecía, es decir, distanciarse de María, porque ella le pertenecía a Dios. Por justicia y reverencia, estaba dispuesto a borrarse del mapa completamente, y esa actitud de San José movió el corazón de Dios, haciendo que su matrimonio se solidificara convirtiéndolo en nuestro padre en la fe.
¿Por qué querría él (San José) abandonarla (a María)? Ahora escuchad no ya mi opinión, sino la de los Padres (de la Iglesia). José quería dejarla por la misma razón que Pedro suplicó al Señor: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”, y por la misma razón que el centurión no dejó que fuera a su casa (diciendo): “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo”. Por lo tanto, José, considerándose indigno y pecador, se dijo a sí mismo que un hombre como él no debería vivir bajo el mismo techo que una mujer tan extraordinaria y excelsa, cuya maravillosa y superior dignidad lo llenaba de asombro. Él vio con temor y estremecimiento que ella portaba los más claros signos de la presencia divina, y como él no podía entender el misterio, quería apartarse de ella. Pedro se sentía temeroso por la grandeza del poder; el centurión temía la majestad de la presencia. También José´, como ser humano, tenía miedo de la novedad del gran milagro, de la profundidad del misterio, y por eso decidió alejarse en silencio. ¿Te sorprende que José se haya juzgado indigno de la compañía de la Virgen embarazada? Después de todo, ¿no has escuchado que tampoco Santa Isabel pudo soportar su presencia sin sentir temor y asombro? Ella dijo: “De dónde a mí que la madre de mi señor venga a visitarme?”. Esta es la razón por la que José decidió dejarla. San Bernardo de Claraval
Según (San) Jerónimo y Orígenes, José no sospechaba de adulterio porque sabía que María era modesta y casta. Además, había leído en la Escritura que la virgen concebiría y que “saldrá un vástago del tronco de Jesé, y brotará un retoño de sus raíces”. También sabía que María era descendiente de la línea de David, por lo que era más fácil para él creer que la profecía de Isaías se había cumplido en ella, que pensar que ella había caído en libertinaje. Por esa razón, considerándose indigno de vivir con una persona de tan eximia santidad, quería enviarla lejos, en secreto, como cuando Pedro le dijo a Jesús: “!Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!”. Santo Tomás de Aquino
José quería darle a la Virgen su libertad, no porque sospechara que hubiese cometido adulterio, sino (que) por respeto a su santidad el temía vivir con ella. Santo Tomás de Aquino
En las revelaciones místicas de Santa Brígida de Suecia, la Santísima Virgen en persona habló de la justicia y reverencia con que San José había respondido al descubrir su embarazo. Nuestra Señora dijo lo siguiente a Santa Brígida:
Desde el momento en que yo (María) le di mi consentimiento al mensajero de Dios, José, viendo que había concebido por el poder del Espíritu Santo y que estaba embarazada, y que crecía, se encontraba muy sorprendido. Y porque él no sospecharía maldad alguna, sino que recordó las palabras del profeta que predijo que el Hijo de Dios nacería de una virgen, se consideró indigno de servir a tal madre, hasta que un Ángel le ordenó en sueños no tener miedo sino servirme con caridad.
Curiosamente, lo que María le dijo a Santa Brígida de Suecia es exactamente lo que ella le habría dicho a San Mateo cuando éste escribía su evangelio. Piénsalo, ¿de qué otra manera San Mateo podría haber sabido lo que escribió en Mt 1, 18-24, si no fue por medio de María? San Mateo no conoció a San José, y no estaba presente cuando sucedió aquello.
La fuente de información tuvo que haber sido María, y ella no le habría dicho que su esposo quería divorciarse de ella, sino que le habría dicho exactamente lo mismo que le dijo a Santa Brígida, es decir, que San José no sospechaba de ninguna cosa mala y sabía que María había concebido del Espíritu Santo; de ahí el temor a su santidad.
María no le dijo a San Mateo que su esposo quería divorciarse de ella, al contrario: le dijo que su esposo se consideraba indigno de ese gran misterio y que deseaba distanciarse de ella por justicia y reverencia.
¿Comprendió San José completamente lo que estaba sucediendo en el vientre de María? No, no lo entendía. No tenía toda la información necesaria para dar un discurso teológico sobre cómo Dios estaba tomando la naturaleza humana en el vientre de María, y é, un fiel judío del siglo primero ciertamente no habría entendido términos tales como “unión hipostática” o “encarnación”, ya que estos surgen en la Iglesia después de siglos de reflexión, oración y discernimiento.
Sin embargo, estaba convencido de que lo que pasaba en ella procedía de Dios. Él no sabía cómo es que el Niño estaba en el vientre de María, pero los santos y Padres de la Iglesia nos aseguran que jamás dudó de que María era pura o de que Dios estaba obrando en ella. Él no dudaba de María, dudaba de sí mismo, de su capacidad para ser el esposo de una mujer como ella y el padre de un Niño tan importante.
La grandeza de San José es que estaba dispuesto a convertirse en un vagabundo sin hogar, por amor a Dios y a María. No quería difamar a María con un divorcio, por muy discreto que éste fuera. Después de Jesucristo, San José es el hombre más humilde que existe, y estaba dispuesto a desaparecer completamente.
Si Dios quería que él estuviera presente, iba a necesitar una revelación divina para hacérselo saber. Con la excepción de Jesucristo, por supuesto, jamás ha habido un hombre tan heroico y generoso en amor, fe, justicia, reverencia y humildad como San José.
Ciertamente Dios ya sabía que en San José tenía el hombre perfecto, pero él necesitaba escucharlo del mismo cielo. Eso es exactamente lo que hizo el Ángel cuando vino a él y le habló en sueños. Dios le hizo saber a San José que Él necesitaba confiar en su disposición de hacer siempre su voluntad.
Jesús mismo necesitaría confiar en la humildad y en el amor sacrificial de José para poder llevar a cabo su misión salvífica. Llegará un momento en que San José desaparecerá para que Jesús pueda predicar al mundo acerca de su Padre celestial, pero ese tiempo aún no había llegado.
San José dio pruebas de ser un hombre obediente y digno de confianza ante cualquier tipo de situaciones, favorables o adversas. Dios podía confiar en él.
La teoría de la reverencia nos enseña que, en la mente y en e corazón de San José, Dios ocupa el primer lugar. Si darle a Dios lo que le pertenece requiere que Sn José sacrifique su futuro con María, entonces así será. Dios está primero.
Por amor a Dios, San José está dispuesto a padecer un sacrificio mucho mayor del que hubieran hecho cualquiera de los Patriarcas del Antiguo Testamento o los mártires del Nuevo Testamento. Dios quería que San José fuese un nuevo Abraham, un hombre dispuesto a sacrificarlo todo por la santa voluntad de Dios.
Dios recompensa el amor, la obediencia, la justicia, la reverencia y la humildad de San José confirmándolo como cabeza de la Sagrada Familia, padre de Jesucristo, terror de los demonios y nuestro padre espiritual. San José adquirió un tipo de paternidad espiritual sin igual, y sus hijos serán tan numerosos ¡como las estrellas del cielo! Dios lo hizo padre espiritual de una nueva creación.
Los santos, teólogos y místicos que han enseñado a lo largo de los siglos que San José demostró un amor perfecto, justicia y piedad reverente hacia Dios y hacia María, nos dan una profunda interpretación de Mt 1, 18-24, que está siendo reafirmada en la doctrina eclesiástica sobre San José.
Él es el más grande de todos los santos, el “pilar de las familias” y la “gloria de la vida doméstica”. Después de Jesucristo, ¡San José es el “más justo”, amoroso y reverente de entre los hombres!
Mediante su total sacrificio personal, José expresó su amor generoso por la Madre de Dios ofreciéndole el “don de sí mismo” de un esposo. Pese a su decisión de retirarse para no interferir en el plan que Dios tenía para María, José obedeció el mandato explícito del Ángel y llevó a María a su casa respetando el hecho de que ella pertenecía exclusivamente a Dios. San Juan Pablo II
San José, nuestro padre espiritual, no es un hombre de dudas que haya buscado divorciarse de nuestra Madre espiritual. Después de su Hijo, San José es el modelo del amor, e la fe, de la justicia, de la reverencia y de la humildad sobrenatural. Él es un virtuoso caballero cuya fe es pura y constante.
En cuanto a su constancia (de San José), ¿no la exhibió maravillosamente cuando al ver a Nuestra Señora con el Niño, y no sabiendo cómo podía ser aquello, su mente fue sacudida de angustia, perplejidad y preocupación? Y, sin embargo y a pesar de todo, jamás se quejó, jamás fue duro o descortés con su santa esposa, sino que siguió siendo tan gentil y respetuoso en su comportamiento como lo había sido siempre. San Francisco de Sales
La respuesta de San José al embarazo de María es un modelo para nosotros. Nuestro padre espiritual nos enseña cómo ser justos y reverentes de cara a todo tipo de sucesos. Nos enseña a darle a Dios lo que se merece, e incluso a estar dispuestos, si es necesario, a sacrificar todo lo que amamos.
Nuestro padre espiritual nos enseña que no debemos actuar a la ligera o con dureza cuando nos encontramos en situaciones incomprensibles. Todo debemos llevarlo a la oración y esperar a que el Señor nos dé luz y nos guíe. Si somos amorosos, fieles, reverentes y justos, Dios nos revelará todo y nos hará abundantemente fructíferos.
¿Quién era más santo que José? ¿Quién era más pura que la Santísima Virgen? Y, sin embargo, él (San José) la quiso dejar en secreto, pero ¡con cuánta prudencia y rectitud quiso hacerlo! Él no quiso separarse de ella abiertamente para no ser difamada, sino secretamente, para que conservara su buen nombre. Deberías aprender de este santo y justo hombre: aunque las obras de los demás te parezcan malas y se digan imperfectas, has de juzgar en secreto y no abiertamente, y juzgarlas de tal forma que ni tu conciencia ni su buen nombre sean dañados. Al hacerlo así, no te faltará la luz para juzgar correctamente, del mismo modo que al justo esposo de la Santísima Virgen no le faltó la luz para comprender la verdad sobre cómo había concebido ella. San Estanislao Papczynski
Letanía de San José
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial. Ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo. Ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo. Ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios. Ten misericordia de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.
Luz de los patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.
Custodio purísimo de la Virgen, ruega por nosotros.
Nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Diligente defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José Justo, ruega por nosotros.
José Casto, ruega por nosotros.
José Prudente, ruega por nosotros.
José Fuerte, ruega por nosotros.
José Obediente, ruega por nosotros.
José Fiel, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.
Modelo de obreros, ruega por nosotros.
Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de vírgenes, ruega por nosotros.
Pilar de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los desdichados, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Patrono de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Protector de la santa Iglesia, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
V. Lo nombró administrador de su casa.
R. Y señor de todas sus posesiones.
ORACIÓN
¡Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a San José para esposo de tu Santísima Madre!; te rogamos nos concedas tenerlo como intercesor en el cielo, ya que lo veneramos como protector en la tierra. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.